Los ánimos incendiarios del verano español no se limitan a nuestros
montes y bosques. La piromanía parece haberse extendido, en las últimas
semanas, al agitado mundo de la propiedad intelectual, donde dos iniciativas
evidencian la creciente pérdida de papeles de aquellos que supuestamente
"defienden" la propiedad intelectual. En realidad, están clavando
la estaca en ese "muerto viviente" llamado "derecho de copia"
o copyright.
En la primera, un puñado de empresas de software, a través del
despacho de abogados Landwell - PriceWaterhouseCoopers y del
abogado Javier Ribas, ha aprovechado el descanso veraniego
para llevar a cabo una iniciativa inédita (e inaudita) a nivel mundial
con el único fin de llamar criminales a 100.000 internautas españoles,
intimidarles, amenazarles, espiarles, y ya de paso darse un buen baño
de publicidad a costa de los usuarios de programas P2P, que
naturalmente pediremos cumplidas cuentas al señor Ribas, a Landwell y
a sus representadas, cuando todo esto demuestre no ser más que un ardid
publicitario en aras a las conocidas prácticas mafiosas a las que el
Sr. Ribas nos tiene acostumbrados a través de la BSA,
otro de sus reputados clientes. Ribas va directo hacia una muro -el de la ley,
curiosamente- esgrimiendo la vulneración de nuestros derechos fundamentales
en defensa del beneficio de las grandes corporaciones del software.
La segunda es nada menos que la batalla de momento perdida del canon
de copia privada de los CDs y DVDs regrabables tras el acuerdo entre
la patronal ASIMELEC y las entidades de gestión españolas,
entre las que se cuenta la SGAE, sociedad monopolística
sobre la que no hacen falta presentaciones. El canon sobre los CDs y DVDs no
sólo obliga a los consumidores a pagar un dinero extra a pesar de que
utilicemos estos soportes con otros fines distintos a la copia privada (un hecho
constatable, por mucho que las entidades de gestión se empeñen
en vincular copia privada y piratería) sino que sienta un gravísimo
precedente para la imposición de cánones en otros soportes digitales
(discos duros, soportes ópticos de cualquier tipo, memorias removibles,
teléfonos móviles) o aparatos reproductores (grabadoras de datos,
módems de transmisión de datos, etc.). Además, se utiliza
a conveniencia el argumento de la piratería. Cuando se luchaba por el
canon se bramaba contra la piratería y sus consecuencias. Una vez aprobado
se desvincula el canon de copia privada (un derecho legal) de la piratería
para que no nos sintamos legitimados a piratear canon en mano. Al tiempo que
numerosas discográficas lanzan CDs con sofisticados sistemas anticopia
que impiden ejercer el derecho a la copia privada. Está claro que al
canon habrá que llamarlo por su verdadero nombre: impuesto revolucionario,
sin más. O, casi mejor, contrarrevolucionario...
La huida hacia adelante que suponen estos dos hechos refleja confusión,
ignorancia, incoherencia y debilidad por parte de quienes siempre han jugado
a ganar y llevan años perdiendo a causa de esquemas mentales anacrónicos
y alejados de la realidad. Estamos asistiendo a los estertores de una bestia
(que, no nos engañemos, pueden ser fatales) que no sabe como enfrentarse
a los retos que propone la sociedad porque supondrían reducir un porcentaje
de su cuenta de beneficios. Ante la intentona de cercenar nuestros derechos
tras llamarnos criminales tenemos el arma de la ley. A la imposición
de cánones arbitrarios sobre soportes multimedia tenemos la protesta,
el boycot, la reclamación, la denuncia, la desobediencia civil, la concienciación
ciudadana y la convicción de que la razón, frente a los parásitos
monopolistas de las sgaes de turno, la tenemos los usuarios.
Sobre la SGAE y el canon:
La SGAE, los derechos
de autor y los derechos de todos - http://diariored.com/blog/ana/archivo/000194.html
El error
de la SGAE - http://diariored.com/columnas/eco/2002_02_24_17_19_50.html
http://www.internautas.org/article.php?sid=1146&mode=thread&order=0
http://www.internautas.org/article.php?sid=1142&mode=thread&order=0